Introducción

 

Vivimos rodeados de ruido por todas partes: en el trabajo, en la calle, en las escuelas y jardines de infancia, cuando escuchamos música con y sin cascos/auriculares, cuando vamos a conciertos, discotecas… el volumen suele ser demasiado alto.

Nuestros oídos sufren cuando los exponemos a ruidos altos o intensos. Las complejas y delicadas estructuras que lo componen se resienten dañándose con facilidad… pero ¿somos realmente conscientes de ello?

Cuando nos exponemos a un nivel de ruido continuo por encima de los 85 dB, nuestra audición se daña. Ejemplos de ello son los conciertos de rock, el sonido del estéreo en los auriculares, el sonido del tráfico intenso, los martillos de aire comprimido, etc…

En la foto de la izquierda, en la parte superior,  observamos las estructuras de un oído interno sano. En la parte inferior, observamos un oído dañado por la exposición a ruido intenso. El daño en las células ciliadas internas (IHCs) y externas (OHCs) es evidente.